viernes, 29 de febrero de 2008

Cerebro y mente




Un poco de historia



Es posible que a la pregunta de en donde se produce el pensamiento, la mayoría de gente responda correctamente que en el cerebro. Muchos dudarían sobre si es en el cerebro o en el corazón donde asientan nuestros sentimientos: amor, odio, pasión, temor, etc. Probablemente muchos otros no se han parado a pensar que enfermedades como la depresión o las fobias, o que determinadas conductas anormales surgen como consecuencia de alteraciones cerebrales. Puesto que en este órgano se desarrollan funciones tan importantes, algunas exclusivas del ser humano, creo que merece la pena tratar en mayor extensión la relación entre cerebro y mente.


Las ideas que tenemos en la actualidad son en parte ideas heredadas del pasado. Algunas nos confunden. Por ello quisiera empezar con algo de historia. Para los que no les gusta la historia les diría que esta no sólo nos da explicaciones de lo que hemos llegado a ser, sino también de como nos verán los que van a ser.


Para los egipcios, los hebreos y los mesopotámicos e incluso para Homero el corazón era la fuente de vida, el que entrañaba los sentimientos y la inteligencia.


Para los presocráticos, entre los siglos VII al V antes de nuestra era, no existía una clara división entre materia y espíritu. Los elementos agua, aire, fuego y tierra constituían todo el mundo. Demócrito introdujo el concepto de átomos y pensaba que el cerebro podía ser el "guardián de la inteligencia".


Los médicos hipocráticos descubrieron que determinadas lesiones cerebrales llevaban consigo cambios de comportamiento.


Platón separó el alma en tres partes: intelectual, irascible y concupiscible. La primera la colocó en la cabeza y le atribuía a esta la inmortalidad y la une con las otras dos mortales a través de la médula espinal.


Aristóteles afirmaba que el corazón era la sede de las sensaciones de las pasiones y de la inteligencia. El cerebro compuesto de agua y tierra no tiene otro papel que refrigerar el organismo. Estos conceptos indujeron errores médicos durante muchos siglos.


Galeno 500 años después, se interesó por las cavidades de los cerebros y pensó que las lesiones cerebrales debían de llegar hasta ellas para ser graves. Tanto para Platón como para Galeno el alma estaba en el cerebro, pero el concepto alma era muy impreciso.


Las disecciones de cadáveres dejaron de ser abyectas a partir de 1500 y Leonardo da Vinci, el mismo que pintó La Gioconda, empieza a dibujar el cerebro.


Descartes entendía que la unión entre el alma inmortal con el cuerpo ocurría a través de la glándula pineal, que está situada en el medio del encéfalo.


En pleno siglo XIX surge la frenología con Gall como máximo exponente. Propone localizar una serie de facultades morales e intelectuales en determinadas áreas cerebrales. El método que sigue es la palpación del cráneo. Así analiza los cráneos de criminales y hombres célebres y trata de establecer un mapa.


La anatomía clínica da un gran salto desde 1900, con Bouillaud y Broca. Brodman en 1909 divide la corteza del cerebro en 52 áreas, con un número y una función para cada una.


El investigador más importante que ha dado España es Santiago Ramón y Cajal. A él se le debe el mérito de descubrir que el cerebro no es una red intrincada de filamentos, si no que está formado por millones de unidades elementales que se denominan neuronas. Las neuronas están comunicadas entre sí por unos espacios que se denominan sinapsis. En ellos ocurre la curiosa circunstancia de que un impulso eléctrico se convierte en química. La química se puede modificar con medicamentos; química también.


El fundador de la moderna neurología es el francés J.M. Charcot. A través del estudio de los pacientes del asilo de L Salpetriére en París, correlacionándolo con los hallazgos en el cerebro en la autopsia, consiguió establecer los fundamentos de la correlación clínico- patológica. Un método deductivo que nos permite localizar la lesión de los enfermos mediante la exploración física y que seguimos utilizando los neurólogos de forma sistemática.


Con este breve resumen histórico quiero dar a entender que la mayoría de conocimientos científicos que tenemos sobre el cerebro son de este siglo. Por tanto estamos ante una ciencia joven.

martes, 19 de febrero de 2008

La libertad de no actuar





Neurología

Area Cerebral Responsable del Autocontrol
20 de Septiembre de 2007.

El área del cerebro responsable del autocontrol está separada del área asociada con la toma de acciones, según una nueva investigación. Los resultados esclarecen un aspecto muy importante del control cerebral de la conducta: la capacidad de decidir no hacer una cosa después de haber desarrollado la intención de hacerla. A este mecanismo psicológico se le podría definir como la libertad de no actuar, en contraposición a la libertad de actuar.


Es muy importante identificar los circuitos que habilitan la libertad de no actuar, debido a los muchos trastornos psiquiátricos en los cuales los problemas de autocontrol tienen un papel prominente, desde el déficit de atención hasta la drogodependencia, la ludopatía y otros problemas de personalidad.


Los hallazgos amplían el conocimiento de las bases neuronales de la toma de decisiones, y pueden ayudar a explicar por qué algunos individuos son impulsivos mientras que otros son renuentes a actuar.


Marcel Brass, del Instituto Max Planck para las Ciencias Humanas Cognitivas y del Cerebro y de la Universidad de Gante, y Patrick Haggard, del University College de Londres, usaron resonancia magnética funcional por imágenes (fMRI) para estudiar la actividad del cerebro de participantes que oprimían un botón en momentos escogidos por ellos. Los investigadores compararon datos de estos experimentos con resultados de cuando los participantes se preparaban para oprimir el botón y decidían cancelar la acción.


A quince participantes, ninguno zurdo, se les pidió oprimir una tecla en un teclado, así como escoger algunas ocasiones en las que se detuvieran justo antes de apretarla. Los participantes también indicaron en un reloj el instante en que se propusieron oprimir la tecla, y, si era el caso, el momento en que decidieron contenerse. Cuando Brass y Haggard compararon imágenes obtenidas por fMRI de los dos escenarios, encontraron que la cancelación de la decisión generaba actividad en el área dFMC, una zona en la línea media del cerebro, localizada directamente sobre los ojos, que no mostraba actividad cuando los participantes proseguían con la acción. Además, aquellos que escogían detener la acción intencionada más a menudo mostraban mayor contraste en la actividad de la dFMC.


La capacidad de detener una acción que ya hemos preparado pero luego reconsiderado es una distinción importante entre la conducta inteligente y la impulsiva, y también entre el Ser Humano y otros animales.


En estudios futuros, se emplearán métodos con una mayor resolución cronológica, como el EEG, para determinar si el proceso inhibitorio podría operar en el breve período de tiempo entre el momento de la intención consciente y el punto de no retorno para la acción motora.





miércoles, 13 de febrero de 2008

Cerebro y Amor







NEUROBIOLOGIA : CONSENSO ENTRE VARIOS CIENTIFICOS ESPECIALIZADOS EN NEUROCIENCIAS

La ciencia ya sabe en qué región del cerebro se manifiesta el amor

A través de varios estudios, lograron ver qué lugares se activan cuando una persona ve la foto del ser amado. En el mecanismo interviene el sistema de recompensa, el mismo de algunas adicciones.


Carne de la palabra, carne del silencio. Mi paz, mi ira. Boca. Tu boca enmudece mi boca". Caetano Veloso sabe del amor y lo hace canción. En el comienzo de la importada semana de San Valentín, las reflexiones, poemas, y mil y una referencias sobre ese sentimiento prometen inundar los kioscos con chocolates en forma de corazón y, tal vez, inquietudes por saber algo más sobre este fenómeno que ayuda, entre otras cosas, a perpetuar la especie.

A la ciencia también le interesa, y hace una salvedad: llama "amor romántico" al que se celebra en el Día de los Enamorados. A través de una disciplina conocida como "la ciencia del amor"; de una forma de abordarlo, la neurobiología del amor, y hasta de un instituto de investigación, en Ohio, Estados Unidos, dedicado a estudiar el "amor sin límites", identifica qué mecanismos están conectados en el cerebro para que se produzca.

"El amor es una experiencia que involucra masivamente los sistemas cerebrales de recompensa. En los últimos años, a través de estudios con resonancia magnética funcional, se observó que cuando las personas estudiadas veían fotos de sus seres amados se activaban áreas que pertenecían al sistema de recompensa cerebral, que contiene una alta densidad de receptores para las hormonas oxitocina y vasopresina", comenta Facundo Manes, neurobiólogo, director de los institutos de Neurología Cognitiva y de Neurociencias de la Fundación Favaloro (ver Infografía).

En esos estudios, hechos a través de resonancias magnéticas funcionales, se tomó grupos de voluntarios y se les mostró las fotos de su ser amado. Así observaron qué regiones de sus cerebros se veían más activas y cuáles no.

"Hay trabajos como los del neurobiólogo británico Semir Zeki que identificaron la activación de áreas cerebrales que parecen específicas para ese sentimiento. Zeki, en relación al amor romántico, habló de una activación de la corteza cingulada anterior, de la corteza prefrontal derecha y la corteza temporal de los dos hemisferios", confirma —vía e-mail— a Clarín Franciso Mora Teruel, científico de la Universidad Complutense de Madrid y autor del libro "Los laberintos del placer en el cerebro humano".

¿Para qué sirve saber esto? Puede explicar, por ejemplo, por qué el amor es ciego. Durante varios estudios se pudo ver que, paralelamente a esa activación, ocurría una desactivación de los circuitos cerebrales responsables de las emociones negativas y de la evaluación social. Consecuencia: "El fuerte lazo emocional de una persona inhibe las emociones negativas y afecta el circuito neural involucrado en realizar un juicio social sobre otra persona", concluye Manes. Quiere decir que cuando alguien gusta (mucho, pero mucho) de alguien sólo lo juzga por sus aspectos positivos; los negativos ¡se esfuman!

"En el estado de enamoramiento —el que ocurre en el comienzo de una relación y dura tal vez unas pocas semanas— hay zonas del cerebro que se activan específicamente", remarca Diego Golombek, biólogo, autor de "Sexo, drogas y biología". Y en cuanto a los elementos que participan, señala: "No sólo de neuronas vive el cerebro enamorado, también son fundamentales las sustancias con las que estas células se comunican, los neurotransmisores, así como las hormonas que las bañan y modulan su actividad".

Se descubrió, agrega Golombek, que neurotransmisores como la dopamina y la serotonina están relacionados con las emociones románticas, así como las hormonas oxitocina o vasopresina tienen que ver con la fidelidad y las ganas de quedarse con alguien. Pero eso sería otra nota.

Para Alex Tobeña, psiquiatra y catedrático de Psicología Médica y Psiquiatría en la Universidad Autónoma de Barcelona, esos neurotransmisores son fundamentales. "Enamorarse es una transitoria tormenta de neurotransmisores al servicio de la fusión monógama imperfecta, es decir la pareja", reflexiona vía e-mail. En su libro "El cerebro erótico" explica el correlato fisiológico entre algunas señales propias del enamoramiento con lo que ocurre en el cuerpo, especialmente en el cerebro. Y se anima a hacer "predicciones" llamativas (ver ¿Y qué se conoce...).

Hay que remarcar que cuando se habla del amor, el romántico, el de las mariposas en el estómago, Cupido, San Valentín y gran parte de las producciones hollywoodescas, los enfoques para abordarlo pueden ser variados. "Las manifestaciones afectivas o emociones, entre las que están el amor, la alegría, la ira, el miedo, tienen un componente psicológico y otro físico expresado; éste último, a través de cambios somáticos y viscerales", le remarca a Clarín el neurobiólogo Roberto E. Sica, jefe de la División Neurología del hospital Ramos Mejía.

No todo es hormonal o una buena logística entre neurotransmisores. En el amor, se sabe, hay otros misteriosos ingredientes.