Un poco de historia
Es posible que a la pregunta de en donde se produce el pensamiento, la mayoría de gente responda correctamente que en el cerebro. Muchos dudarían sobre si es en el cerebro o en el corazón donde asientan nuestros sentimientos: amor, odio, pasión, temor, etc. Probablemente muchos otros no se han parado a pensar que enfermedades como la depresión o las fobias, o que determinadas conductas anormales surgen como consecuencia de alteraciones cerebrales. Puesto que en este órgano se desarrollan funciones tan importantes, algunas exclusivas del ser humano, creo que merece la pena tratar en mayor extensión la relación entre cerebro y mente.
Las ideas que tenemos en la actualidad son en parte ideas heredadas del pasado. Algunas nos confunden. Por ello quisiera empezar con algo de historia. Para los que no les gusta la historia les diría que esta no sólo nos da explicaciones de lo que hemos llegado a ser, sino también de como nos verán los que van a ser.
Para los egipcios, los hebreos y los mesopotámicos e incluso para Homero el corazón era la fuente de vida, el que entrañaba los sentimientos y la inteligencia.
Para los presocráticos, entre los siglos VII al V antes de nuestra era, no existía una clara división entre materia y espíritu. Los elementos agua, aire, fuego y tierra constituían todo el mundo. Demócrito introdujo el concepto de átomos y pensaba que el cerebro podía ser el "guardián de la inteligencia".
Los médicos hipocráticos descubrieron que determinadas lesiones cerebrales llevaban consigo cambios de comportamiento.
Platón separó el alma en tres partes: intelectual, irascible y concupiscible. La primera la colocó en la cabeza y le atribuía a esta la inmortalidad y la une con las otras dos mortales a través de la médula espinal.
Aristóteles afirmaba que el corazón era la sede de las sensaciones de las pasiones y de la inteligencia. El cerebro compuesto de agua y tierra no tiene otro papel que refrigerar el organismo. Estos conceptos indujeron errores médicos durante muchos siglos.
Galeno 500 años después, se interesó por las cavidades de los cerebros y pensó que las lesiones cerebrales debían de llegar hasta ellas para ser graves. Tanto para Platón como para Galeno el alma estaba en el cerebro, pero el concepto alma era muy impreciso.
Las disecciones de cadáveres dejaron de ser abyectas a partir de 1500 y Leonardo da Vinci, el mismo que pintó La Gioconda, empieza a dibujar el cerebro.
Descartes entendía que la unión entre el alma inmortal con el cuerpo ocurría a través de la glándula pineal, que está situada en el medio del encéfalo.
En pleno siglo XIX surge la frenología con Gall como máximo exponente. Propone localizar una serie de facultades morales e intelectuales en determinadas áreas cerebrales. El método que sigue es la palpación del cráneo. Así analiza los cráneos de criminales y hombres célebres y trata de establecer un mapa.
La anatomía clínica da un gran salto desde 1900, con Bouillaud y Broca. Brodman en 1909 divide la corteza del cerebro en 52 áreas, con un número y una función para cada una.
El investigador más importante que ha dado España es Santiago Ramón y Cajal. A él se le debe el mérito de descubrir que el cerebro no es una red intrincada de filamentos, si no que está formado por millones de unidades elementales que se denominan neuronas. Las neuronas están comunicadas entre sí por unos espacios que se denominan sinapsis. En ellos ocurre la curiosa circunstancia de que un impulso eléctrico se convierte en química. La química se puede modificar con medicamentos; química también.
El fundador de la moderna neurología es el francés J.M. Charcot. A través del estudio de los pacientes del asilo de L Salpetriére en París, correlacionándolo con los hallazgos en el cerebro en la autopsia, consiguió establecer los fundamentos de la correlación clínico- patológica. Un método deductivo que nos permite localizar la lesión de los enfermos mediante la exploración física y que seguimos utilizando los neurólogos de forma sistemática.
Con este breve resumen histórico quiero dar a entender que la mayoría de conocimientos científicos que tenemos sobre el cerebro son de este siglo. Por tanto estamos ante una ciencia joven.